Discurso del Santo Padre
1. Introducción
Agradezco al Señor esta oportunidad de poder hablar con ustedes, hermanos
Obispos, responsables del CELAM en el cuatrienio 2011-2015. Hace 57 años que el
CELAM sirve a las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe,
colaborando solidaria y subsidiariamente para promover, impulsar y dinamizar la
colegialidad episcopal y la comunión entre las Iglesias de esta Región y sus
Pastores.
Como Ustedes, también yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la
Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en
Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando los trabajos del CELAM para la
anhelada renovación de las iglesias particulares. Esta renovación, en buena
parte de ellas, se encuentra ya en marcha. Quisiera centrar esta conversación en
el patrimonio heredado de aquel encuentro fraterno y que todos hemos bautizado
como Misión Continental.
2. Características peculiares de Aparecida
Existen cuatro características que son propias de la V Conferencia. Son como
cuatro columnas del desarrollo de Aparecida y que le dan su originalidad.
1) Inicio sin documento
Medellín, Puebla y Santo Domingo comenzaron sus trabajos con un camino
recorrido de preparación que culminó en una especie de Instrumentum laboris,
con el cual se desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del documento
final. En cambio, Aparecida promovió la participación de las Iglesias
particulares como camino de preparación que culminó en un documento de
síntesis. Este documento, si bien fue referencia durante la Quinta
Conferencia General, no se asumió como documento de partida. El trabajo
inicial consistió en poner en común las preocupaciones de los Pastores ante
el cambio de época y la necesidad de recuperar la vida discipular y
misionera con la que Cristo fundó la Iglesia.
2) Ambiente de oración con el Pueblo de Dios
Es importante recordar el ambiente de oración generado por el diario
compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos
acompañados por el Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto que los trabajos
tenían lugar en el subsuelo del Santuario, la “música funcional” que los
acompañaba fueron los cánticos y oraciones de los fieles.
3) Documento que se prolonga en compromiso, con la Misión Continental
En este contexto de oración y vivencia de fe surgió el deseo de un nuevo
Pentecostés para la Iglesia y el compromiso de la Misión Continental.
Aparecida no termina con un Documento sino que se prolonga en la Misión
Continental.
4) La presencia de Nuestra Señora, Madre de América
Es la primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano y El Caribe que
se realiza en un Santuario mariano.
3. Dimensiones de la Misión Continental
La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y
paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la
realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio,
implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias
particulares. Evidentemente aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de
reforma de las estructuras eclesiales. El “cambio de estructuras” (de caducas a
nuevas) no es fruto de un estudio de organización de la planta funcional
eclesiástica, de lo cual resultaría una reorganización estática, sino que es
consecuencia de la dinámica de la misión. Lo que hace caer las estructuras
caducas, lo que lleva a cambiar los corazones de los cristianos, es precisamente
la misionariedad. De aquí la importancia de la misión paradigmática.
La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la
conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y
hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en
una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los
demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial.
Un planteo como éste, que comienza por el discipulado misionero e implica
comprender la identidad del cristiano como pertenencia eclesial, pide que nos
explicitemos cuáles son los desafíos vigentes de la misionariedad discipular.
Señalaré solamente dos: la renovación interna de la Iglesia y el diálogo con el
mundo actual.
Renovación interna de la Iglesia
Aparecida ha propuesto como necesaria la Conversión Pastoral. Esta
conversión implica creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo portador del
Reino de Dios, en su irrupción en el mundo, en su presencia victoriosa sobre el
mal; creer en la asistencia y conducción del Espíritu Santo; creer en la
Iglesia, Cuerpo de Cristo y prolongadora del dinamismo de la Encarnación.
En este sentido, es necesario que, como Pastores, nos planteemos interrogantes
que hacen a la marcha de las Iglesias que presidimos. Estas preguntas sirven de
guía para examinar el estado de las diócesis en la asunción del espíritu de
Aparecida y son preguntas que conviene nos hagamos frecuentemente como examen de
conciencia.
1. ¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros Presbíteros sea más pastoral
que administrativo? ¿Quién es el principal beneficiario de la labor eclesial, la
Iglesia como organización o el Pueblo de Dios en su totalidad?
2. ¿Superamos la tentación de atender de manera reactiva los complejos problemas
que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo? ¿Promovemos espacios y ocasiones para
manifestar la misericordia de Dios? ¿Somos conscientes de la responsabilidad de
replantear las actitudes pastorales y el funcionamiento de las estructuras
eclesiales, buscando el bien de los fieles y de la sociedad?
3. En la práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a los fieles laicos?
¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara conciencia y
convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos?
4. ¿Es un criterio habitual el discernimiento pastoral, sirviéndonos de los
Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de Pastoral y de Asuntos
Económicos ¿son espacios reales para la participación laical en la consulta,
organización y planificación pastoral? El buen funcionamiento de los Consejos es
determinante. Creo que estamos muy atrasados en esto.
5. Los Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos conciencia y convicción de la
misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan discerniendo,
conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les confía? ¿Los
apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación o
sometimiento indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos interpelar en la
búsqueda del bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?
6. Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se sienten parte de la
Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los bautizados distantes y
alejados?
Como se puede apreciar aquí están en juego actitudes. La Conversión Pastoral
atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de vida. Un cambio de
actitudes necesariamente es dinámico: “entra en proceso” y sólo se lo puede
contener acompañándolo y discerniendo. Es importante tener siempre presente que
la brújula, para no perderse en este camino, es la de la identidad católica
concebida como pertenencia eclesial.
Diálogo con el mundo actual
Hace bien recordar las palabras del Concilio Vaticano II: Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas,
tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS, 1). Aquí reside el
fundamento del diálogo con el mundo actual.
La respuesta a las preguntas existenciales del hombre de hoy, especialmente de
las nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña un cambio fecundo que
hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del Magisterio, y de la Doctrina
Social de la Iglesia. Los escenarios y areópagos son de lo más variado. Por
ejemplo, en una misma ciudad, existen varios imaginarios colectivos que
conforman “diversas ciudades”. Si nos mantenemos solamente en los parámetros de
“la cultura de siempre”, en el fondo una cultura de base rural, el resultado
terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo. Dios está en todas partes: hay
que saber descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada
realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso.
4. Algunas tentaciones contra el discipulado misionero
La opción por la misionariedad del discípulo será tentada. Es importante
saber por dónde va el mal espíritu para ayudarnos en el discernimiento. No se
trata de salir a cazar demonios, sino simplemente de lucidez y astucia
evangélica. Menciono sólo algunas actitudes que configuran una Iglesia
“tentada”. Se trata de conocer ciertas propuestas actuales que pueden
mimetizarse en la dinámica del discipulado misionero y detener, hasta hacer
fracasar, el proceso de Conversión Pastoral.
1. La ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación que se dio
en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de interpretación
evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un
ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la forma de
asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar” (cf. n.
19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un “ver”
neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No
existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se
entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje
y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y El Caribe propuestas de esta índole.
Menciono sólo algunas:
a) El reduccionismo socializante. Es la ideologización más fácil de descubrir.
En algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una pretensión interpretativa en
base a una hermenéutica según las ciencias sociales. Abarca los campos más
variados, desde el liberalismo de mercado hasta la categorización marxista.
b) La ideologización psicológica. Se trata de una hermenéutica elitista que, en
definitiva, reduce el ”encuentro con Jesucristo” y su ulterior desarrollo a una
dinámica de autoconocimiento. Suele darse principalmente en cursos de
espiritualidad, retiros espirituales, etc. Termina por resultar una postura
inmanente autorreferencial. No sabe de trascendencia y, por tanto, de
misionariedad.
c) La propuesta gnóstica. Bastante ligada a la tentación anterior. Suele darse
en grupos de élites con una propuesta de espiritualidad superior, bastante
desencarnada, que termina por desembarcar en posturas pastorales de “quaestiones
disputatae”. Fue la primera desviación de la comunidad primitiva y reaparece, a
lo largo de la historia de la Iglesia, en ediciones corregidas y renovadas.
Vulgarmente se los denomina “católicos ilustrados” (por ser actualmente
herederos de la Ilustración).
d) La propuesta pelagiana. Aparece fundamentalmente bajo la forma de
restauracionismo. Ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la
disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso
culturalmente, no tienen capacidad significativa. En América Latina suele darse
en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias a
la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es estática, si bien
puede prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona. Busca “recuperar” el
pasado perdido.
2. El funcionalismo. Su acción en la Iglesia es paralizante. Más que con
la ruta se entusiasma con la “hoja de ruta”. La concepción funcionalista no
tolera el misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la Iglesia a la
estructura de una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y las
estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades empresariales de Iglesia.
Constituye una suerte de “teología de la prosperidad” en lo organizativo de la
pastoral.
3. El clericalismo es también una tentación muy actual en Latinoamérica.
Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora:
el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en
el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran
parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en buena parte del laicado
latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de
ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas.
Existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a través de experiencias
de pueblo: el católico como pueblo. Aquí se ve una mayor autonomía, sana en
general, y que se expresa fundamentalmente en la piedad popular. El capítulo de
Aparecida sobre piedad popular describe con profundidad esta dimensión. La
propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los
Consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un
crecimiento de la responsabilidad laical.
Podríamos seguir describiendo algunas otras tentaciones contra el discipulado
misionero, pero creo que éstas son las más importantes y de más fuerza en este
momento de América Latina y El Caribe.
5. Algunas pautas eclesiológicas
1. El discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América
Latina y El Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda proyección
utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen
espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ”hoy”. Hacia el pasado su presencia
se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada
uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el
pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el
futuro sólo es promesa… y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo
más parecido a la eternidad; más aún: el ”hoy” es chispa de eternidad. En el
“hoy” se juega la vida eterna.
El discipulado misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy”
pero “en tensión”. No existe el discipulado misionero estático. El discípulo
misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la
trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite
la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a
quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el
encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro
con los hombres que esperan el anuncio.
Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo misionero no es una
posición de centro sino de periferias: vive tensionado hacia las periferias…
incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio
evangélico, hablar de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente
tenemos miedo a salir del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el
centro es Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a las
periferias existenciales.
2. La Iglesia es institución pero cuando se erige en “centro” se funcionaliza y
poco a poco se transforma en una ONG. Entonces, la Iglesia pretende tener luz
propia y deja de ser ese “misterium lunae” del que nos hablaban los Santos
Padres. Se vuelve cada vez más autorreferencial y se debilita su necesidad de
ser misionera. De “Institución” se transforma en “Obra”. Deja de ser Esposa para
terminar siendo Administradora; de Servidora se transforma en “Controladora”.
Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y
no controladora de la fe.
3. En Aparecida se dan de manera relevante dos categorías pastorales que surgen
de la misma originalidad del Evangelio y también pueden servirnos de pauta para
evaluar el modo como vivimos eclesialmente el discipulado misionero: la cercanía
y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva, sino que conforman la manera cómo
se reveló Dios en la historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo, cercanía que
llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de su pueblo.
Existen en América Latina y El Caribe pastorales “lejanas”, pastorales
disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos
organizativos… por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia. Se ignora la
“revolución de la ternura” que provocó la encarnación del Verbo. Hay pastorales
planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces de lograr el encuentro:
encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos. Este tipo de pastorales a
lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca llegan a lograr
ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La cercanía crea comunión y
pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma forma de diálogo y crea una
cultura del encuentro. Una piedra de toque para calibrar la cercanía y la
capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras
homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que “hablaba como quien
tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?
4. Quien conduce la pastoral, la Misión Continental (sea programática como
paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe conducir, que no es lo mismo que
mandonear. Además de señalar las grandes figuras del episcopado latinoamericano
que todos conocemos quisiera añadir aquí algunas líneas sobre el perfil del
Obispo que ya dije a los Nuncios en la reunión que tuvimos en Roma. Los Obispos
han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha
mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la
pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como
simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan “psicología de
príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin
estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar velando sobre el rebaño
que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido: vigilar
sobre su pueblo con atención sobre los eventuales peligros que lo amenacen, pero
sobre todo para cuidar la esperanza: que haya sol y luz en los corazones.
Hombres capaces de sostener con amor y paciencia los pasos de Dios en su pueblo.
Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar
el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o
detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y
fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su olfato para encontrar
nuevos caminos.
No quisiera abundar en más detalles sobre la persona del Obispo, sino
simplemente añadir, incluyéndome en esta afirmación, que estamos un poquito
retrasados en lo que a Conversión Pastoral se refiere. Conviene que nos ayudemos
un poco más a dar los pasos que el Señor quiere para nosotros en este “hoy” de
América Latina y El Caribe. Y sería bueno comenzar por aquí.
Les agradezco la paciencia de escucharme. Perdonen el desorden de la charla y,
por favor, les pido que tomemos en serio nuestra vocación de servidores del
santo pueblo fiel de Dios, porque en esto se ejercita y se muestra la autoridad:
en la capacidad de servicio. Muchas gracias.
|
Mons. Carlos Aguaer Reyes. Foto CELAM |
Saludo y bienvenida que SER Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla
y Presidente del CELAM dirige al Santo Padre Francisco en el Encuentro con los
Obispos responsables del CELAM.
Santo Padre
Hemos comentado entre nosotros los Obispos y con nuestro pueblo fiel que el
Espíritu del Señor Jesús ¡ha estado grande con la Iglesia! Claramente se ha
manifestado en la decisión del Papa Benedicto XVI de renunciar al Ministerio
como Sucesor de Pedro, buscando el bien de la Iglesia; y se ha confirmado
también el pasado 13 de marzo en la elección de su persona como Obispo de Roma.
Con ello, queda evidenciado que el Espíritu Santo sigue asistiendo y acompañando
a la Iglesia.
El entusiasmo y la entrega expresada por el Pueblo de Dios mostrando alegría y
confianza en Usted, Santo Padre, me hacen considerar que se ha desatado un
fuerte dinamismo del Espíritu Santo al que debemos corresponder los Pastores,
dando lo mejor de cada uno de nosotros para renovar la Iglesia y ponerla en el
camino adecuado para que cumpla su misión de testimoniar en el mundo de hoy el
amor misericordioso de Dios Padre revelado en Jesucristo, Nuestro Redentor.
Rogamos a Dios, Nuestro Padre lo siga bendiciendo, el Señor Jesús lo siga
acompañando, y el Espíritu Santo lo siga conduciendo acorde al modelo de la
Virgen María y San José, su esposo, para bien de toda la Iglesia.
Las Conferencias Episcopales a las que servimos como CELAM tienen su propio
caminar y están intentando vivir la colegialidad episcopal y la comunión
eclesial. Sin embargo son muchos y complejos nuestros retos y desafíos porque
quizá no hemos asumido un ritmo pastoral más acorde a las necesidades de la
sociedad para ofrecer las respuestas espirituales a las angustias y problemas
que vive nuestra gente, especialmente para recordarles y orientarles cómo vivir
en la confianza de la Providencia Divina y descubrir en la Palabra de Dios la
luz orientadora, sanadora y consoladora que nos permite asumir nuestra propia
cruz con alegría y esperanza.
Quienes nos encontramos hoy aquí, me atrevo a afirmar, estamos convencidos y
comprometidos en poner nuestro mejor esfuerzo en hacer del Documento de
Aparecida una realidad pastoral, iniciando con nuestras propias Iglesias
Particulares, pero es necesario que extendamos esta convicción y compromiso con
nuestros demás hermanos Obispos del Continente y del Caribe.
Estamos en un momento crucial, los desafíos del Cambio de Época que vivimos
exigen el replanteamiento de las actitudes, estructuras, y actividades
pastorales en fidelidad a Cristo y al hombre contemporáneo. Para ello, debemos
discernir los signos de los tiempos escuchando lo que el Espíritu Santo dice a
las Iglesias.
El pasado 25 de abril los miembros del Consejo de Presidencia del CELAM tuvimos
la grata experiencia de encontrarnos con Usted en audiencia privada. Íbamos con
una gran emoción al encuentro y habíamos preparado los diferentes temas que nos
parecieron importantes de exponerle; así lo hicimos, y cuando le comentamos que
habíamos decidido en julio del 2012 trasladar de sede la Reunión General Anual
de Coordinación del CELAM, que habitualmente la celebramos en Bogotá, para
realizarla aquí en Río de Janeiro, Usted nos dio una gratísima sorpresa, al
decirnos que quería estar presente para animarnos en nuestro trabajo y
saludarnos personalmente.
Ahora estamos aquí con gran emoción y esperanza. El Evangelio de San Lucas1
nos recuerda que Jesús ha rogado especialmente por Pedro para que su fe no se
apague, y pueda confirmar a sus hermanos.
Santo Padre Francisco, ahora Tú eres Pedro, confírmanos en la fe para que
crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el
horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente
necesidad de luz 2. Oriéntanos para cumplir, conforme a la
Voluntad de Dios Padre, nuestra misión de Sucesores de los Apóstoles, a la que
fuimos llamados para servir a la Iglesia, anunciando y testimoniando el Reino de
Dios en el mundo de hoy.
Santo Padre, muchas gracias por este encuentro, que es gracia y bendición para
la Iglesia que peregrina en Latinoamérica y el Caribe, bajo el manto maternal de
María de Guadalupe, Reina de América.
¡Con la mente y el corazón abierto esperamos tu palabra y tu bendición!
Notas
1)
Lc 22,32
2)
Lumen Fidei No. 4