viernes, 26 de julio de 2013

Mons. Lozano: Segunda Catequesis

Ser discípulos de Cristo 
Por Mons. Jorge Lozano, Obispo de Gualegauychú 
 
1. Ser cristianos significa ser discípulos
Los tres temas de las catequesis que estamos compartiendo en estos días están concatenados, unidos. El Papa Benedicto XVI cuando visitó Brasil en el 2007 para inaugurar la Conferencia de Aparecida dijo "discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva".
El Evangelio de San Marcos nos relata de una manera breve una enseñanza muy profunda. Jesús "subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia Él y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14).
En el origen de la fe está el amor de Dios que nos llama. "No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den frutos" (Jn 15, 16). Ninguno de nosotros "elige" ser cristiano en una góndola de supermercado entre otras ofertas religiosas. Nuestra elección consiste en dar una respuesta libre al Señor. Por eso San Marcos nos dice "llamó a los que quiso", destacando que la iniciativa está en Jesús. Y mirándonos hoy a nosotros aquí, podemos decir lo mismo: "llamó a los que quiso", nos llamó porque quiso. Me llamó.
Antes de dar otro paso en el relato evangélico, quisiera destacar que ese llamado es comunitario. Nos dice el Documento de Aparecida que "la vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión" (DA 156). Debemos cuidarnos de las tentaciones de búsquedas espirituales individualistas (autorreferenciales y hedonistas) o de ser cristianos sin Iglesia (vivo la fe a mi manera) (cfr. id).
Nos dice el Concilio Vaticano II que fue "voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo" (LG 9). La esperanza a la cual somos llamados es comunitaria, de un pueblo. Dios no llama superhéroes individuales.
Volvamos a San Marcos: "ellos fueron hacia él". La respuesta a la vocación implica ponerse en marcha, ir hacia el encuentro con Él. La fe no es una gran idea o un código moral por cumplir (cfr. DCE 1). Es una amistad que se alimenta del encuentro. Pero hay que ponerse en marcha, salir de uno mismo, y poner la mirada y el corazón en Otro, que me ama de verdad.

2. Jesús, "el buen maestro".
Los llamó (y nos llama) "para que estuvieran con él", para permanecer en  su amor como los sarmientos en la vid (Jn 15).
Permanecer en Jesús. De eso se trata. Él nos dice: "el que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él" (Jn 14, 23). Y por si no nos queda claro, continúa "el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi Nombre les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho" (Jn 14, 26).
Las palabras de Jesús, sus enseñanzas, se guardan en nuestro corazón por obra del Espíritu Santo. Como les decía hace un rato, Jesús no nos enseña una filosofía; Él mismo mora en nosotros.
Es Palabra para dar frutos, para ser vivida. No es una noticia más, es Buena Noticia para ser comunicada con alegría. "Redescubramos la belleza y la alegría de ser cristianos. Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo." (DA 14).
Creemos en Jesucristo que "me amó y se entregó a la muerte por mí" (Gal 2, 20). Esta certeza de Pablo es también nuestra. Podemos repetirlo sin temor a equivocarnos ni a exagerar: "Me amó y se entregó a la muerte por mí".
No podemos ser discípulos si somos oyentes olvidadizos o distraídos de su Palabra. Debemos dejar que ella arraigue en nuestra vida. Cuántas veces ha resonado en nuestro interior y se la llevaron los pájaros, o la dejamos ahogar por preocupaciones y angustias mundanas.
Debemos darnos tiempo para sentarnos en paz a los pies de Jesús, y decirle "habla, Señor, que tu servidor escucha" (1 Sam 3, 10). ¿Cuánto tiempo le dedicás a escuchar a Jesús? ¿Qué lugar ocupa su Palabra en tu vida?
Si queremos ser felices, digamos confiados como María: "que se cumpla en mí tu Palabra" (Lc 1, 38). Sepamos tener una actitud contemplativa como nuestra Madre que conservaba todas las cosas meditándolas en su corazón. (cfr. Lc 2, 51)
El discípulo es el que reconoce, como Pedro, que sólo Jesús tiene Palabras de vida eterna (Jn 6). "Señor, ¿dónde vamos a ir?" No hay otro lugar, otro maestro.
A Cristo lo reconocemos y escuchamos porque su voz nos resulta familiar. Porque Él es el buen pastor que da la vida por sus ovejas (Jn. 10).
Podemos también decir como está escrito en la Carta de San Juan, "Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él" (I Jn. 4, 16). (Este fue el lema de la primera Jornada Mundial de la Juventud celebrada fuera de Roma, el domingo de Ramos de 1987 en Buenos Aires.)
Somos de Jesús porque nos sabemos amados por Él, como nadie nos ha amado.
El Espíritu que recibimos en el Bautismo y la Confirmación nos marca con un sello en el alma.

3) Confiar en Cristo y seguirlo
Ser discípulo misionero de Jesucristo nos vincula con Él de una manera particular. Debemos dejarnos modelar por su gracia. Somos como arcilla en manos de un artesano. ¡Un gran artesano! ¡El mejor! Él tiene en su mente y corazón qué es lo que quiere lograr en nosotros. Nos va dando forma bella para hacernos semejantes a Jesús.
A veces alcanzar esa belleza puede hacernos sufrir. La conversión es un camino en el cual la purificación del corazón es necesaria. Purificar nuestro afán posesivo de bienes superfluos, cuando hay quienes no tienen para comer. Purificar nuestros impulsos de dominio o poder, que nos lleva a no tratar a los demás como hermanos. Purificar nuestros deseos de placer desordenado, mirando a los demás como objetos de consumo o simples instrumentos para mi deseo. Y podemos seguir enumerando purificaciones necesarias.
Seguir a Jesús abarca todas las dimensiones de la existencia: el noviazgo, el estudio, el trabajo, la familia, la sociedad. Tenemos como medios privilegiados la oración, la comunidad juvenil, los sacramentos, el amor a los pobres. Nos ayudamos mutuamente en el camino del discipulado. Nos alentamos en los momentos de dificultad, compartimos la alegría y la belleza de la fe.
En este camino andan con nosotros los santos. Ellos están en el cielo y son nuestros amigos, miembros de la misma Iglesia. No recibieron un Bautismo distinto, ni comulgaron con una Eucaristía especial o recargada. Son hijos de Dios que nos muestran que es posible vivir a fondo el evangelio.

+Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualeguaychú
ARGENTINA

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