Por Mons. Calos H.
Malfa, Obispo de Chascomús
Experimentamos la
presencia y la cercanía del Santo Padre entre nosotros! En esta tierra bendita
que nos acoge tuvo lugar hace pocos años un gran acontecimiento en Aparecida:
fue la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. En
mayo del 2007, el Papa Benedicto llegó también a Brasil para inaugurar este paso
del Espíritu por nuestra tierras. Uno de los Obispos que participó y mucho tuvo
que ver en la redacción del documento final, fue quien hoy es Obispo de Roma y
Sucesor de San Pedro, sí, el Papa Francisco que en nombre de Jesús viene a
presidir esta JMJ, como primer servidor de la Iglesia y de la humanidad.
La Conferencia de
Aparecida tenía como lema: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que
nuestros pueblos en El tengan vida" (Jn 14,6).
En el Discurso
inaugural el Papa Benedicto decía: "Discipulado y misión son como dos caras de
la misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar
de anunciar al mundo que sólo él nos salva (cf. Hech 4,12). En efecto, el
discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay
futuro".
Nuestra identidad
como cristianos es un único llamado de Dios que nos ama y al llamarnos a cada
uno en un mismo acto nos entrega nuestro nombre y nuestra misión en la vida. Es
bueno que puedan acercarse al Documento de Aparecida siguiendo los cuatro ejes
que constituyen el documento: discípulos-misioneros-para que tengan
vida-nuestros pueblos.
En cuanto a ser
discípulos nos preguntamos ¿por qué somos discípulos? ¿De Quien somos
discípulos? ¿Cómo ser discípulos?
1.- ¿Por qué somos
discípulos?
Dice Aparecida (240):
"la experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana
que se funda en la Trinidad" (unidad y comunión inseparable que nos permite
superar el egoísmo para servir al otro). Nuestra identidad más profunda tiene
raíces en la fe trinitaria en cuyo nombre fuimos bautizados y con el bautismo
entramos en la escuela de Jesús, en el bautismo se nos dio la vida que no
termina nunca, la Vida de Dios en nosotros, la Vida Eterna. ¿Celebran el día del
bautismo?
Un día nos llegará la
visita de la hermana muerte como la llamaba San Francisco de Asís, la verdad de
nuestro bautismo nos hace mirar la muerte física como un paso hacia la plenitud
de la Vida en la Casa del Padre (Jn14, 2-3). Esta es novedad absoluta que nos da
la fe: la muerte no es el final, en Cristo la muerte ha sido vencida (1Col
15,54).
Somos discípulos
porque Dios ha querido compartir su Vida con nosotros, el Papa Francisco lo
enseñaba así: "Dios nos acompaña. Dios nos llama por nuestro nombre.
Dios nos promete una
descendencia. Y esto es un poco la seguridad del cristiano. No es una casualidad
¡es una llamada! Una llamada que nos hace ir hacia adelante. Ser cristiano es
una llamada de amor, de amistad, una llamada a convertirse en hijo de Dios,
hermano de Jesús, a volverme fecundo en la transmisión a los otros de esta
llamada, a convertirme en instrumento de esta llamada. Hay tantos problemas,
tantos problemas, hay momentos difíciles: ¡Jesús pasó tantos! Pero siempre con
aquella seguridad: el Señor me ha llamado. El Señor es como yo. El Señor me ha
prometido." (Misa Santa Marta, 25 de Junio).
Somos discípulos
porque nuestra mirada se fija en Jesucristo "que inició y completa nuestra fe"
(Hb12,2), porque acogemos la fe que nos fue transmitida, en la historia eclesial
y personal de nuestra fe que ha tenido testigos fieles, por el testimonio de
María que "Feliz porque creyó" se hizo discípula de su Hijo, somos discípulos
porque nos dejamos enseñar por los apóstoles que fieles al mandato de Jesús
llevaron el Evangelio a toda criatura (Mc 16,15), somos discípulos por la fe de
los mártires que dieron el supremo testimonio, tantos ejemplos que nos iluminan
de hombres y mujeres que se dejaron guiar por la gracia de Dios y que hemos
conocido (porta Fide 13).
Somos discípulos
porque nos dejamos guiar por la Gracia de Dios y podemos exclamar con San Pablo
"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí,
sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios que está conmigo" (1Cor 15,10).
2.- ¿De Quién somos
discípulos?
Somos discípulos del
Señor que nos ha llamado: "No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el
que los elegí a ustedes" (Jn 15,16). Debemos cada día hacer memoria y
redescubrir el propio Bautismo para hacer crecer y madurar nuestra identidad
cristiana. Benedicto XVI nos decía en su primera carta encíclica Deus Caritas
Est: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus Caritas Est 1).
Sí comenzamos a ser
cristiano por el encuentro con Jesucristo, el Amor encarnado, el Dios hecho
hombre y vivimos la Vida de Dios que recibimos en el Bautismo, el Señor nos sale
al encuentro en el camino de la vida como a los discípulos de Emaús. Somos
discípulos –nunca aislados, sino en la comunidad de los creyentes que es la
Iglesia.
3.- ¿Cómo somos
discípulos?
No poniéndole
condiciones para seguirlo (déjame ir a enterrar-despedirme de los míos), no
reservarnos nada, confiar ilimitadamente en El porque "Dios lo da todo y no
quita nada". Viviendo un camino de conversión: reconocer el pecado, recibir el
perdón en el Sacramento – reparar el mal mediante obras de caridad.
El modo de ser
discípulos es dejarse guiar por la Gracia de Dios, conducir por el Espíritu. No
podemos ser discípulos sin la Gracia de Dios: Palabra de Dios, oración,
sacramentos, adoración eucarística, testimonio de amor fraterno y servicio a los
más pobres nos van transformando a imagen del Maestro.
Siguiendo el camino
que nos propone Aparecida podemos decir que:
Encontramos
diariamente a Jesús en la Sagrada Escritura. Que en la comunión con la iglesia y
su magisterio nos permite la mediación del encuentro con el Señor ejercitando la
lectio Divina. Entrando en la lectura orante y dejándose conducir por el
encuentro con Jesús- Maestro (248).
Encontramos a
Jesucristo, de forma más admirable, en la Sagrada Liturgia. Porque ahí
celebramos el misterio Pascual y en ella experimentamos la Vida nueva que se nos
ofrece. Dentro de ella, el modo más sublime es la eucaristía, que el día domingo
vive junto a toda la comunidad de creyente su máxima expresión de Fe (250-253).
Encontramos a
Jesucristo en el sacramento de la reconciliación haciendo experiencia de la
misericordia y la compasión hacia cada uno y nos hace sentir el amor que es más
fuerte que el pecado (254).
La oración personal y
comunitaria, sumada a la Palabra y la Eucaristía, es otro "espacio" donde
vivimos la amistad con Jesucristo. Se convierte en oración diaria ya que se
manifiesta la primacía de la Gracia. Dejando al Espíritu Santo que nos ayude a
rezar y a vivir el encuentro con Jesús elevando nuestra plegaria al Padre (255).
La comunidad viva,
sobre todo la parroquial, es la que nos permite experimentar el mandato del
Señor: "Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente
en medio de ellos"(Mt 18,20) Es fundamental que recordemos que nuestra fe se
alimenta de manera comunitaria. Sobre esto es bueno recordar el proceso que
viven nuestras parroquias. Ahí se conjugan muchos modos de manifestar la misma
fe. Son instancias de verdadera experiencia común, ya que somos llamados a vivir
la comunión con personas diferentes y con estilos diversos. Esto hace que la
experiencia parroquial sea constantemente llamada a la conversión, porque si no
refleja un modelo de comunión y participación es porque necesita ser re-pensada.
Con nosotros, discípulos, ya que somos parte de ella y por lo tanto responsables
también (256).
Hay un modo donde lo
encontramos de manera especial, en los pobres, afligidos y enfermos (Mt 25,
37-40). Son ellos quienes forman parte constitutiva de nuestra fe y en quienes
constantemente nos debemos reflejar para hacer nuestro examen de conciencia
diario. El seguir a Jesús nos hace amigos de los pobres y solidarios con su
destino (257). En el reconocimiento de esta Presencia y cercanía, en la defensa
de los derechos de los excluidos se juega la Fidelidad de la Iglesia a
Jesucristo.
Así el señor nos
ayuda a recordar el origen, el camino, la misión y el fin de nuestras vidas:
"Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en El tengan
vida" (Jn, 14,6).
Carlos H. Malfa
Obispo de Chascomús
Argentina
Preguntas para los
jóvenes
¿Conocés la fecha de
tu Bautismo? ¿Qué sabés de tu Bautismo?
Hablar del Bautismo
¿Qué significa para vos?
¿Cómo definirías a un
discípulo con tus palabras?
Homilía 25 de
julio
Santiago Apóstol
(discípulo de Cristo)
2 Cor
4, 7-15; Sal 125 (126) 1-2ab, 2cd-3, 4-5,6; Mt 20, 20-28
Tu IV Jornada Mundial
de la Juventud en Santiago de Compostela
Nuevo, más maduro y
más profundo descubrimiento de Cristo como Camino, Verdad y Vida. ¿Han
descubierto ya a Cristo, que es el Camino?
Celebrar a un Apóstol
nos une a Cristo, no da la garantía de que aquello en lo que creemos es el
mensaje originario de Cristo, predicado por los Apóstoles y confirma nuestro ser
Iglesia, la pertenencia a la Iglesia apostólica, como una cadena ininterrumpida
de veinte siglos en que la Iglesia es el lugar de la fe y de la transmisión de
la fe. "Creer es un acto eclesial" (CIC), nuestra fe es personal y comunitaria,
es mi fe solo si se vive y se mueve en el "nosotros" de la fe común de la única
Iglesia de Jesús y es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y
madura.
Cuando hay una
tendencia a relegar la fe al intimismo o privacidad, cuando un individualismo
nos hace frágiles, el relativismo nos dice que todo da lo mismo, que no hay
ninguna verdad generando confusión e inestabilidad, cuando el laicismo quiere
apartar a Dios de la vida de las personas y de la sociedad, la conciencia de ser
la Iglesia de Jesús, el Pueblo de Dios nos descubre nuestras raíces y nos da
alas para la vida, porque fortalece la fe que se nos ha transmitido desde los
apóstoles: Poner a Cristo, el Hijo de Dios en el centro de nuestra vida, y que
seguir a Jesús es caminar con El en la comunión de la Iglesia. Si queremos
seguir a Jesús en solitario, ceder a la tentación de ir "por su cuenta", o vivir
la fe con una mentalidad, individualista que predomina en la sociedad, se corre
el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de seguir una imagen falsa de
Él.
Tener fe es apoyarse
en la fe de tus hermanos y que tu fe sirva de apoyo para la de otros. Caminar
siempre con la Iglesia, que está viva, es joven, siempre se renueva, vive del
Señor que le da vida, alimento y fortaleza. Amen a la Iglesia, y vivan con
alegría la inserción en las parroquias, comunidades, movimientos, así como la
participación en la Eucaristía de cada domingo, la oración y meditación de la
Palabra de Dios, la cercanía al sacramento del perdón. De aquí nace el impulso
que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso donde
hay rechazo e indiferencia, a comunicar la alegría de la fe.
Los apóstoles dieron
testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús, nos toca hoy seguir con
su ejemplo, nos dicen los Obispos en Aparecida: "Conocer a Jesucristo por la fe
es nuestro gozo, seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es
un encargo que el Señor al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado" (Ap. 18).
Así podremos como
Pablo, que en medio de tribulaciones, naufragios y soledades nos dice: "Este
tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros" (2 Cor. 4, 7).
Jesús nos invita a
seguirlo, a vivir como Él que en la humildad sigue la voluntad del Padre y dice
que ha venido para servir y dar la vida. Servir a los hermanos es esencial en el
ser discípulos de Jesús, un servicio que hace presente el amor de Dios a todos.
Jesús propone un
nuevo modo de relacionarse basado en la lógica del amor y del servicio.
Jesús se dirige
también a los "jefes de los pueblos" porque donde no hay entrega por los demás
surgen formas de prepotencia, explotación y autoritarismo que no dejan espacio
para una auténtica promoción humana integral.
Jesús nos indica el
camino para que renunciando a un modo de pensar egoísta y asumiendo el de Él
vivamos en plenitud, seamos felices, sembremos esperanza.
"El que quiera ser
grande que se haga servidor" (Mc. 10,43), este es el criterio nuevo al que
tenemos que conformar nuestra vida, el criterio del mundo es el éxito, el del
Evangelio es dar fruto.
Cristo es el servidor
de la Redención humana y a este servicio somos llamados.
En el Reino de Dios
lo importante no es tener un puesto de honor sino seguir a Jesús en su camino de
entrega y de servicio a los más necesitados.
Interceda el apóstol
Santiago y nos acompañe María. Amén.
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