"Sed de esperanza,
sed de Dios"
Por Mons. Carlos
H. Malfa, Obispo de Chascomús
Queridísimos jóvenes,
quiero saludarlos con las palabras del Apóstol San Pablo a los cristianos de
Roma:"Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para
que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo" (Rom. 15,
13).
"La esperanza no
falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom. 5, 5).
Ustedes han llegado a
Río haciendo un largo camino, quizás difícil en algunos casos, preparado con
tiempo y esfuerzo, pero llegaron. El camino es esperanza, y ahora la
esperanza se abre a la comunión del encuentro –con el Papa y millares de
otros jóvenes- para experimentar juntos el amor de Dios, el seguimiento de
Jesús, recibir el envío misionero, comprometerse a construir la civilización de
la verdad y del amor. El encuentro es esperanza. Luego volverán a sus
países y comunidades, cambiados por dentro y enlazados fraternalmente, seguros
de la Presencia de Jesús Resucitado habiéndose dado cuenta que no están solos y
que pueden trabajar juntos por la libertad, la justicia y el amor. Y este
compromiso de hermanos es esperanza.
1. "Cristo Jesús,
nuestra esperanza" (1Tim 1,1).
Del misterio de
Cristo, Crucificado y Resucitado, nace la esperanza que no defrauda.
El Beato Juan Pablo
II, patrono y creador de estas Jornadas dijo a un grupo internacional de jóvenes
al entregarles la Cruz: "Queridísimos jóvenes, al final del año santo les confío
el signo mismo de este año jubilar ¡la Cruz de Cristo!, llévenla por el mundo
como señal del amor de Nuestro Señor Jesucristo a la humanidad y anuncien a
todos que solo en Cristo, muerto y resucitado está la salvación y la redención".
Nosotros como Iglesia
vivimos apoyándonos y haciendo nuestra la Cruz de Jesús y por eso cantamos en la
celebración de la Pascua "Salve, oh Cruz nuestra única esperanza" porque la cruz
nos lleva definitivamente a la resurrección y también cantamos: Resucitó Cristo,
mi esperanza" (Secuencia).
Si es verdad que en
el horizonte de nuestra vida cristiana hay pruebas y dificultades,
incomprensiones y rechazos, dolor y sufrimiento, Jesús nos revela antes que nada
el amor de Dios Padre "tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único para
que todo el que cree en El no muera sino que tenga la vida eterna. Porque Dios
no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por
El" (Jn 3,16-17). "El Padre mismo los ama" (Jn 16,27) y vivimos en la confianza
en ese amor de Dios. Somos los seguidores del Resucitado, sabemos que si la Cruz
es la inclinación más profunda de Dios hacia el hombre en cuanto amor eterno, el
mayor gesto de amor que conoce la historia humana que sana las heridas más
dolorosas de nuestra existencia terrena, la resurrección es la certeza de que
este amor es más fuerte que el pecado y que la muerte.
Así cuando Jesús
quiere enseñarnos a vivir en la esperanza siempre nos señala tres actitudes
fundamentales: la oración: "recen para no caer en la tentación" (Mt. 26, 41); la
cruz:"si el grano de trigo muere, da mucho fruto" (Jn 12-24); y el servicio
fraterno: "lo que hicieron por mis hermanos más pequeños lo hicieron conmigo".
Jesús nos enseña a no
tener miedo y a no desesperar nunca: "les digo esto para que encuentren la paz
en mí, en el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor: Yo he vencido al
mundo" ( Jn 16,33). (Josefina Bakhita): "Soy definitivamente amada, suceda lo
que suceda, este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa" (Spes salvi,
3). El profeta Isaías dice: "Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes
tropiezan y dudan, pero los que esperan en el Señor, El los renueva con su
vigor, subirán con alas como águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin
cansarse" (40,30-31). Sean los que siempre esperan en el Señor y serán felices.
2. "Sean alegres en
la esperanza" (Rom. 12, 12)
San Pablo dice a los
romanos que los creyentes son "spes salvi", "salvados en esperanza" (8,24) y por
eso tienen que ser "spes gaudete", "alegres en la esperanza" (12,12).
El encuentro de los
jóvenes con el Papa tiene que ser una fiesta del entusiasmo de la fe, profunda y
radiante. Para una cultura de la muerte, del odio y la tristeza será una
propuesta de vida, de amor y de fiesta. Será la alegría verdadera que nace del
amor y es fruto del Espíritu Santo, la alegría plena y duradera que nos dejó el
Señor, que nace de la cruz y se expresa inequívocamente en el servicio a los más
pobres. Que el odio y la violencia no nos quiten el gusto de la fiesta del
Resucitado, del amor que nunca pasa y que puede hacer una sociedad más justa,
más fraterna, más humana que puede hacerse con fe en Dios y confianza en los
hermanos. Ustedes han llegado con el deseo de encontrarse, con deseos de ver al
Papa Francisco y de escucharlo, con hambre y sed de justicia, con deseos de
oración y la necesidad de compartir el amor de Dios que nos hace nuevos y
felices.
En esta Jornada
abramos los corazones a la alegría como fruto de la esperanza. La alegría es la
expresión más concreta de la resurrección que tiene que notarse en nuestros
rostros, alegría profunda, verdadera y plena porque estamos hechos para Dios y
nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en El, decía San Agustín en
sus confesiones.
"Sean alegres en la
esperanza" es la invitación a todo bautizado. Nuestra alegría consiste en haber
hecho la experiencia de ser amados por Dios, de saber por experiencia que la
"gloria de Dios es el hombre viviente" (San Ireneo). A partir de esta
experiencia la vida cristiana y la alegría están íntimamente unidas, el
Evangelio es mensaje de alegría que nos invita a vivir en la sinceridad del amor
y como fruto de ese amor que nos amó primero surge en nosotros la verdadera
felicidad. El amor de Cristo ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo y el fruto de ese mismo Espíritu es Alegría y Paz.
Esto quiere decir que
quien vive su fe con tristeza y abatimiento no ha comprendido bien el mensaje
del Señor Jesús, nuestra alegría no proviene de ninguna realidad transitoria (si
fuera así sufriríamos la desilusión de lo que es pasajero) sino que ella
proviene de Aquel que nos llama felices porque nuestros ojos ven y nuestros
oídos oyen la Palabra de la vida.
La alegría se
alimenta en la Eucaristía, especialmente cada domingo "día del Señor" y si es
posible cada día unidos a Jesús y a la comunidad eclesial, así gustamos la
alegría de las bienaventuranzas: de los pobres y pacientes, de los que sufren y
tienen hambre y sed de justicia, de los misericordiosos y limpios de corazón, de
los que trabajan por la paz y son perseguidos a causa de la justicia (Mt5,
3-10). La alegría se irradia en el servicio, en el corazón de cada cristiano
estará siempre Jesús que vive en los pobres, los enfermos, en los necesitados de
toda especie (Mt 25). Así vivimos el Evangelio y practicamos las
bienaventuranzas, es hacernos cercanos y solidarios con quien sufre que no debe
ser sentido "como limosna humillante" sino como un compartir fraterno, hemos de
actuar de tal manera que los más pobres, en cada comunidad cristiana se sientan
como "en su casa". La caridad de las obras muestra la verdad de la caridad de
las palabras.
Confío en que ustedes
jóvenes deseen anunciar a Cristo nuestra "feliz esperanza" (Tit 2, 13) y
participar en la historia de los hombres llevándoles la "alegría de la
salvación". La alegría de la salvación que recibió y comunicó María: "Alégrate,
la llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28) Y Ella camina junto a
nosotros.
3.- Que no nos roben
la esperanza.
Queridos jóvenes: no
seamos nunca hombres y mujeres tristes. Nuestra alegría no nace por tener cosas,
"nuestra alegría (…) nace (…) de haber encontrado a una Persona: Jesús, que está
entre nosotros; nace del saber que con Él, nunca estamos solos, incluso en los
momentos difíciles, aún cuando el camino de la vida tropieza con problemas y
obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos!" (Papa Francisco, homilía
del domingo de Ramos, 24 de marzo de 2013), solo El nos ofrece la alegría que
nadie puede quitarnos (Jn. 16,22). Cuando Benedicto XVI los convocaba para esta
Jornada mirando al Cristo Redentor, les decía que sus brazos abiertos son el
signo de que El nos recibe, que en su corazón encontramos la esperanza porque
expresa el inmenso amor que tiene para cada uno.
"Y, por favor, no se
dejen robar la esperanza, esa que Él nos da" decía el Papa Francisco el Domingo
de Ramos, para que nunca caigamos en el facilismo o en el desánimo, que nada
disminuya o quite nuestras fuerzas, porque todo lo podemos en Aquel que es
nuestra fortaleza (Fil 4,13).
¡Que no nos roben la
esperanza! ¡Que no nos roben la alegría!
Carlos H. Malfa
Obispo de Chascomús
Argentina
Preguntas para los
jóvenes
¿Cómo te preparaste
para llegar a la Jornada? (materialmente-espiritualmente?)
¿Cómo podrías
describir la alegría y la esperanza de tu corazón?
Dar 3 razones para la
esperanza.
Os.
11, 1.3-4.8-9; Sal 102 (103) 1-4, 8, 10, 17-18; Mt. 11, 25-30
Consagró a los jóvenes al Sagrado Corazón de Jesús
Cristo Redentor: "Su
corazón abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos extendidos para
abrazar a todos, sean ustedes el corazón y los brazos de Jesús; testigos de su
amor, los nuevos misioneros".
1. Jesús en
oración lleno de alegría del Espíritu Santo.
A pesar de
oposiciones y rechazos "pequeños-sencillos" reciben, acogen la palabra y se
abren a la fe, el poder de la Palabra de Jesús vence al mal. Entonces brota
la oración de Jesús como un himno de alegría, reconocimiento y alabanza,
reconoce hasta el fondo la acción de Dios Padre y El está en total consciente y
gozoso acuerdo con este obrar, proyecto del Padre.
Jesús se dirige a
Dios llamándolo "Padre" expresando conciencia y certeza de Jesús de ser el
"Hijo" en íntima y constante comunión con El: fuente de toda la oración de
Jesús, lo ilumina cuando dice: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie
conoce quien es el Hijo sino el Padre, ni quien es el Padre sino el Hijo y aquel
a quien el Hijo se lo quera revelar".
En nuestras
relaciones humanas necesitamos de la comunión del ser para conocer, solo estando
en comunión con el otro comienzo a conocerlo, lo mismo sucede con Dios: solo
puedo conocerlo si tengo un contacto verdadero, si estoy con comunión con El,
así lo enseña Jesús.
¡Sí Padre!
Conmovedor, expresa el fondo de su corazón de Hijo, su adhesión al querer del
Padre, toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón al
"misterio de la voluntad" del Padre. De aquí nace la invocación que dirigimos a
Dios en el Padrenuestro: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo", con
Jesús también nosotros pedimos entrar en sintonía con la voluntad del Padre
llegando a ser sus hijos, somos hijos de Dios: aquí está la raíz de nuestra
dignidad, orar es meternos en el corazón filial de Jesús para decir llenos del
Espíritu: Abba! Padre! Y este orar nos lleva a la misión, pero tenemos que
hablar con Dios, antes de hablar de Dios.
Este es el don que
acogen los "sencillos y pequeños", ¿qué significa ser sencillos y pequeños?
¿Cuál es la sencillez y la pequeñez que nos abre a la intimidad de hijos, filial
con Dios y a aceptar su voluntad? ¿Cuál debe ser nuestra actitud de fondo en
nuestra oración?
Miremos al Sermón de
la Montaña donde Jesús afirma: "Felices los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios" (Mt 5, 8). Es la pureza del corazón (donde no hay dobles
intenciones – honestidad) la que permite reconocer el rostro de Dios en Jesús y
el rostro de Jesús en los hermanos. Es tener un corazón sencillo como el de los
niños, sin la presunción de quien se cierra en sí mismo, pensando que no tiene
necesidad de nadie, ni siquiera de Dios. Nosotros reconocemos que necesitamos de
Dios, necesitamos encontrarlo- escucharlo – hablarle.
2. Llamada de Jesús.
Luego de la oración,
del himno de alegría, encontramos uno de los llamados más apremiantes de Jesús,
son palabras que conocemos pero que siempre nos conmueven: "Vengan a mí todos
los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre
ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán
descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera" (Mt 11,
28-30). Su yugo es el camino de la sabiduría del Evangelio que es una Persona a
quien seguir: Él mismo el Hijo de Dios en perfecta comunión con el Padre.
3. Nos llama a
seguirlo y a tener la compasión que El tenía por las muchedumbres por que
estaban abandonados como ovejas sin pastor. Como Jesús cuando recorría los
caminos de Galilea anunciando el Reino de Dios y curando a muchos enfermos,
somos invitados a prolongar y extender la compasión ante tantos oprimidos por
difíciles condiciones de vida, tantos jóvenes desprovistos de referentes válidos
para encontrar un sentido y una meta a la existencia, multitudes probados por la
indiferencia y la pobreza, los desplazados y refugiados, en los que emigran
arriesgando su propia vida.
Tenemos que aprender
de Jesús, tomar su yugo que no pesa sino aligera, no aplasta sino que alivia.
El yugo de Cristo es
la ley del Amor, es el mandamiento que ha dejado a sus discípulos. Sí, el
verdadero remedio para las heridas de la humanidad –sean materiales como el
hambre y la injusticia, sean psicológicas y morales, cansados por un falso
bienestar- es una regla de vida basada en el amor fraterno que tiene su
verdadera fuente en el amor de Dios.
María nos ayude a
gustar la oración de Jesús, a escuchar su llamado y seguirlo, a imitar la
compasión de su corazón. Amén.
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