martes, 23 de julio de 2013

Misa con peregrinos argentinos en la Catedral de Río de Janeiro 
Peregrinos en la Misa argentina
Ayer lunes 22 de julio y organizada por la Pastoral Nacional de Juventud, se realizó en la Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro la misa con peregrinos argentinos.

El enorme y bellísimo templo construido en 1964 y 1976 albergó a más de 20.000 jóvenes que llegaron de distintas regiones de la Argentina.

14 obispos y más de 150 sacerdotes concelebraron la misa que presidió monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, quien en sus palabras de inicio dijo: “La Iglesia es nuestra casa y nos preparamos para el encuentro con su hijo Jesucristo”.

La homilía fue pronunciada por monseñor Vicente Bokalic Iglic, uno de los delegados de la Pastoral Nacional de Juventud del episcopado argentino. 


Desgrabación de la homilía de monseñor Vicente Bokalic Iglic en ocasión de la misa celebrada con los argentinos que participan de la JMJ 2013 en la Catedral de Río de Janeiro 

¡Buenas noches!
¡Buenas noches! —contestan los jóvenes.

Qué lindo, ya estamos en Río. (aplausos y vivas) Me imagino que algunos todavía no se han bañado porque el viaje fue largo, cansador. Así son los encuentros, así son las jornadas. Otros ya están más ubicaditos.

Mons. Vicente Bokalic Iglic
Qué lindo compartir con ustedes, queridos jóvenes de nuestra patria, de la Argentina, esta primera eucaristía al iniciar esta nueva Jornada Mundial de la Juventud.

Nos da mucha alegría con nuestros hermanos, como pastores que los acompañamos en nuestras iglesias particulares hoy en esta catedral de Río de Janeiro que nos ha abierto las puertas para celebrar a Jesús, para celebrar la alegría del encuentro con el Señor que nos ha llamado.

Estamos en Río. Estamos por iniciar esta Jornada Mundial y no estamos solamente los argentinos. Son muchos los que están llegando. Están nuestros hermanos brasileros que nos han recibido con un corazón grande. Por eso le damos un aplauso bien fuerte a Brasil que nos ha abierto las puertas. (aplausos) ¡Gracias, Brasil! ¡Gracias, hermanos brasileros, por hacernos sentir como en casa, por empezar a caminar juntos esta aventura hermosa del seguimiento de Jesús!

Estamos aquí porque Jesús nos ha reunido. El que nos ha convocado, el que ha tocado nuestros corazones, el que nos fue invitando y preparando, el que nos fue entusiasmando para llegar a Río, a esta nueva Jornada, es Jesús.

Hace dos años, en agosto, creo, del año 2011 —quizás se acuerden algunos de ustedes si estuvieron presentes— en Madrid cuando nuestro Papa emérito Benedicto XVI, clausurando la Jornada Mundial, anunciaba adónde iba a ser la próxima Jornada Mundial nos llenó de alegría cuando el Papa proclamó y dijo: la próxima Jornada es en…
¡Río! —responden los jóvenes.
¿Dónde? En Río. (aplausos y ovación)
Y estaba una inmensa cantidad de jóvenes brasileros que levantaron las banderas, las casacas y empezaron a bailar y a cantar. Y comenzaron a prepararse.
Para nosotros también. Sentimos que Río está más cerca que Madrid, ¿no es cierto? Y comenzamos a soñar. Y comenzamos a pensar: vamos a prepararnos para ir a Río pero aún más porque hemos experimentado un momento muy fuerte de la presencia de Jesús en nuestras vidas. Porque hemos sido confirmados en la fe. El lema de la Jornada Mundial en Madrid era “Arraigados en la fe, afianzados en la fe”. Hemos sido confirmados en la fe de Jesús.

Y algo nuevo comenzó vivir en nuestras vidas. Algo que hemos percibido en las oraciones, en las catequesis, en las celebraciones, en el Vía Crucis, en esa vigilia monumental allí en el campo, en esa noche larga, en la misa de clausura. Algo que hemos percibido y encontrado en nuestros encuentros, en nuestras convivencias, el caminar juntos en las calles, el confraternizar con otros pueblos, con otras culturas, con otros idiomas. A veces no nos podíamos comunicar con palabras porque nos sabemos hablar los idiomas, no somos políglotas. Pero había otra manera de comunicarse: en las calles, en las estaciones de los metros, en los parques.

Esa fraternidad que hemos compartido, ese encuentro con el Señor que nos fue preparando para dar esta respuesta. Hoy estamos aquí en un año tan especial. Nos convocó el Papa, en aquel momento el Papa Benedicto, y este año han sucedido dos acontecimientos providenciales como fue primero la renuncia del Papa Benedicto XVI al papado. Creo que tenemos que tenemos que darle un aplauso muy grande a este Papa sabio (aplausos), a este hombre bueno, a este hombre que ha guiado y ha llevado el corazón de los jóvenes. Porque Dios lo fue iluminando, hizo ese acto inmenso de humildad y de dejar la barca de Pedro porque ya no se sentía con fuerzas. Y el Señor nos regaló algo nuevo que es la inesperada elección del cardenal Jorge Bergoglio como Papa de la Iglesia, de nuestro Papa Francisco. (aplausos y ovación)

¿Cómo no vamos a estar descubriendo el paso de Dios por nuestra vida, por nuestra Iglesia? El testimonio de Benedicto XVI y el testimonio de los primeros pasos que está dando nuestro Papa Francisco. Ellos están aquí presentes con nosotros. Seguramente el Papa emérito Benedicto está rezando por nosotros en este momento. Está pensando en la juventud que se está concentrando en Río. Y el Papa Francisco que ya está en medio de nosotros y que vamos a tener la gracia de poder escuchar y compartir sus catequesis y sus enseñanzas. Aquel que nos va a llevar a Jesús.

El Papa Benedicto nos dejó un hermoso mensaje como preparación a esta Jornada Mundial de la Juventud. A ver si nos acordamos todos cuál es el lema de esta Jornada Mundial…
Id y haced discípulos —dicen los jóvenes.
No se escucha muy bien… A ver cómo es el lema… —dice monseñor Bokalic.
Id y haced discípulos en todas las naciones —contestan los jóvenes.

Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos. Nos ha dejado este hermoso lema y este mensaje. Y la palabra del Señor que acabamos de proclamar el día en el que la Iglesia celebra a santa María Magdalena, una gran testigo de Jesús. Aquella que lo encontró a Jesús, aquella que experimentó el amor de Jesús, aquella que tuvo la gracia de poder verlo resucitado. Fue la primera misionera que fue a anunciarlo a los discípulos. La palabra del Seño nos va marcando el rumbo de esta jornada: Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.

Pero ¿cómo podremos ser testigos de Jesús, cómo podremos ser mensajeros de Jesús, cómo podremos ser misioneros de Jesús si a veces Jesús no está en medio de nosotros, no está en nuestro corazón? Tenemos que hacer este camino de discipulado. Como hicieron estos discípulos de Jesús que fueron reconvocados después de la resurrección. Jesús los citó en Galilea, allí donde comenzó su historia, allí donde comenzaron a encontrarse con Jesús, donde comenzaron a conocerlo y a escucharlo a Jesús, y Jesús se fue como metiendo en su corazón. Comenzaron a vivir con Jesús, a estar con Él. La pasión de Jesús, la cruz de Jesús, el sufrimiento de Jesús, la sepultura de Jesús fueron un escándalo para los apóstoles —sus discípulos— y se dispersaron. Pero Jesús no perdió la confianza en ellos. Los volvió a convocar allí donde comenzó esa hermosa historia de amor, de encuentro entre el Maestro y los discípulos. Y los reconfirmó en el discipulado, conociendo y reconociendo su debilidad, la fragilidad de esos discípulos: no perdió la confianza en ellos. Se manifestó glorioso, resucitado, vencedor del pecado, de la muerte. Inició una etapa nueva y los reconfirmó en este discipulado.

Queridos jóvenes, queridos hermanos, de Argentina y de todos lados que están aquí en esta celebración, estamos invitados en estos días a hacer este camino de encuentro con Jesús. Tenemos que estar muy atentos porque Jesús va a pasar por nuestras vidas. Jesús nos va a mirar una vez más con cariño, con mansedumbre, como pasó por las tierras de Israel. Nos quiere mirar, quiere mostrar el amor misericordioso de Dios. Nos quiere decir que valemos mucho ante los ojos de Dios. Nos quiere hacer hombres y mujeres nuevos. Jóvenes nuevos traspasados por el amor, por la pasión por la verdad, por las ganas de servir a los demás.

Qué hermosos días para hacer un reencuentro con Jesús. Necesitamos estar con Jesús para poder hacer discípulos a los demás. Por eso Jesús le dijo a sus discípulos “vayan”, ya no se queden en las tierras de Israel. Les envió el Espíritu Santo en Pentecostés y comenzó esta historia. Esta historia nueva de que Jesús, el hijo de Dios, es el Salvador y sea anunciado, conocido, amado y seguido por todos los pueblos y por todas las culturas de la tierra.

Si hacemos esta experiencia de encuentro con Jesús en los momentos de oración que tendremos, en los momentos de la catequesis, en la celebración de la que participemos, en esos momentos espontáneos de encuentros, cuando estemos con el corazón abierto para confraternizar con nuestros hermanos estaremos reiniciando o afianzando nuestro discipulado. Pero no podemos ser verdaderos discípulos de Jesús si no somos misioneros.

El documento de Aparecida, que nació en el santuario de Aparecida de aquí, de Brasil, en el año 2007 cuando estaba el Papa Benedicto acompañado por los pastores de la Iglesia de América mirando el presente y el futuro de la evangelización, nos ha dicho algo: somos discípulos misioneros de Jesucristo para llevar la vida nueva. No somos “discípulos y misioneros”. Somos “discípulos misioneros”. Porque si hemos conocido a Jesús, si hemos experimentado que Él nos ama no podemos quedarnos con este mensaje para nosotros. Por eso hoy el Papa Francisco nos insiste permanentemente a salir, a salir. A salir de nuestras comodidades, a salir de nuestras seguridades, a salir de nuestros grupos, a tener un corazón grande para ir al encuentro. Salir al encuentro de tantos hermanos nuestros que están al borde del camino. Para aquellos que la vida es un peso y una carga.

Como dice el Papa Benedicto en su mensaje para esta Jornada: para aquellos para los que la vida ya no es un don, es una carga. Hermanos nuestros, jóvenes nuestros que sufren la miseria, la pobreza, el abandono, la discriminación, la falta de oportunidades, la ausencia de perspectivas. Estamos llamados a salir al encuentro de nuestros hermanos para comunicarles que hemos encontrado al Señor y que el Señor nos ha enviado hacia ellos.

Vamos a pedirle mucho en esta eucaristía, queridos jóvenes, que podamos hacer este camino juntos, que estemos abiertos al Espíritu que así como acompañó a los apóstoles en los primeros pasos en medio de sus debilidades, de sus miedos, de sus inseguridades, que ese Espíritu esté muy fuerte en nosotros, que nos renueve, que nos llene de alegría para poder comunicar con alegría aquello que creemos, aquello que es el sentido de nuestra vida. Pero para acercarnos a aquellos que nos necesitan.

Esta historia, queridos jóvenes, se reinicia aquí en Río pero nos esperan después en nuestros países. Vivamos con mucha intensidad estos días. Llenémonos el corazón de la gracia de la presencia de Dios. Estos valores hermosos de la fraternidad, de la amistad, del compañerismo, de la convivencia sana, pacífica, como dando una escuela al mundo que está esperando caminos de convivencia con tolerancia, con comprensión, hacer un camino juntos. Llenarnos de fuerza porque nos esperan después el quinto, el sexto, el séptimo día cuando volvamos a nuestras casas. Y allí tendremos que dar testimonio de Jesús vivo que hemos reencontrado aquí acompañando este camino de la Pastoral de la Juventud. Nuestra Pastoral de la Argentina que acompaña los procesos de Juventud de todos los países del continente. Este proceso de revitalización de nuestras diócesis y de nuestros movimientos, del trabajo muy serio, muy comprometido con los jóvenes. Este encuentro con el Señor aquí en Río nos tiene que llenar de fuerzas para salir al encuentro de los demás, para fortalecer aquellas cosas que ya estamos haciendo para iniciar nuevo caminos, para invitar a tantos y tantos que todavía no conocen al Señor. Porque buscan la verdad, buscan la paz, buscan la belleza, buscan el consuelo, el sentido de la vida.

Que nuestro testimonio sea atrayente. Así como Jesús nos atrajo a nosotros, así como este Cristo en Corcovado no ha recibido con las manos abiertas, que nos llenemos de ese Espíritu para abrir nuestras manos y salir al encuentro de todos, especialmente de los que más lo necesitan.

Y que la Virgen Santísima, hoy tenemos a la Virgencita de Luján, la Virgen de Aparecida, acompañen en este camino de conocerlo a Jesús, de amarlo a Jesús, de convertirnos a Jesús, y de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesús.

Que así sea.

Lunes 22 de julio de 2013
Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro


Hacer click aquí para acceder al audio de la homilía.


Mons. Arancedo ante la imagen de la Virgen de Luján

En las peticiones se rezó por evitar “el sálvese quien pueda” y fomentar el trabajo por el bien común. La oración estuvo dirigida también a que “la distancia no sea un obstáculo” para celebrar este acontecimiento e incluir de este modo a quienes siguen la JMJ Río 2013 de modo remoto.
El momento de las ofrendas se tiñó con los colores de las banderas de las distintas regiones pastorales de la Argentina: jóvenes del NOA, NEA, Litoral, Cuyo, Centro, Buenos Aires, región Pampeana y Patagónica, y de los movimientos eclesiales caminaron ante la asamblea evocando sus procedencias y pertenencias. Toda esta instancia fue acompañada de vivas a la Argentina, jóvenes que de pie aplaudían la llegada del Pan y del Vino al altar.

“Olé, olé, olé, olé / yo soy de Cristo/es un sentimiento/ no puedo parar”, “Esta es/la juventud del Papa” y “Lo dice el Papa/lo dicen los obispos/la juventud /es lo mejor que tiene Cristo” fueron algunos de los cantos que resonaron en la inmensa catedral carioca de 75 metros de altura y 106 metros de largo.
La comunión agotó las formas preparadas para esta misa. Muchos quedaron sin comulgar porque la asistencia superó ampliamente las expectativas. Se pidió luego de constatar este hecho que quienes pudieron comulgar extendieran esa gracia a quienes no pudieron hacerlo. Lo mismo sucedió con las hostias para celíacos que también se terminaron.

“Jesús te seguiré” y “Un nuevo sol” fueron las canciones que acompañaron el momento de la comunión. El grupo musical que animó tan bellamente la celebración es de La Plata y se llama Filocalia.

Antes de dar la bendición final, varios de los organizadores se dirigieron a los jóvenes asistentes:

LORENA CHAGAS: “Que nos fascinemos con los jóvenes, que seamos instrumentos de Jesús para convertir corazones”. Destacó los cuatro movimientos de la misión juvenil: el fascinar, el escuchar, el discernir y el convertir. Y pidió un aplauso especial para las personas que trabajan en el Consulado argentino en Río de Janeiro, “muy cálidos todos”.

NICOLÁS MARÍN: “El estilo de Jesús recorría los cuatro pasos propuestos cuando se acercaba a los jóvenes. Que se lleven el corazón ardiente. Este caminar va a tener un signo visible de esta misión que será la cruz misionera”.  Marín agradeció a monseñor Arancedo por presidir la misa y a monseñor Bokalic, Fray Darío y a todos los asesores de la Pastoral Nacional de Juventud.
Sacerdotes argentinos concelebrantes
Fray Darío Quintana OAR, asesor de la Pastoral Nacional de Juventud,  al finalizar la eucaristía sorprendió a todos diciendo que el Papa había estado en la catedral de Río: “Hace dos días que el Papa anunció a Dom Orani que quería encontrarse hoy sabiendo que la misa nacional era en esta fecha. Alguno podrá decir ‘no estuvo’. Sí, queridos jóvenes, el Papa estuvo aquí abajo, saludó para todos ustedes y muchos lo vieron pasar por las gradas de la plataforma exterior (ovación). Está previsto un encuentro el día jueves. Por la página web de la Pastoral de Juventud diremos el lugar y el horario concreto”. La página de la pastoral de juventud es: www.pastoraldejuventud.org.ar


Monseñor Bokalic se refirió a la “cruz peregrina de los jóvenes argentinos” que acompañará la misión de la Pastoral Nacional de Juventud por todo el territorio argentino y a la imagen de la Virgen de Luján que la “arquidiócesis de Buenos Aires trajo a Brasil para que se quede junto a los más pobres de Río, en una favela. Y un ‘obrigado’ inmenso a la Iglesia de Río de Janeiro, a la catedral, al arzobispo. Y a ustedes, queridos jóvenes, gracias, gracias, gracias”.

Mons. José María Arancedo
Monseñor Arancedo, antes de dar la bendición final, se refirió a la fuerza renovadora de los jóvenes: “La fuerza de una Iglesia renovada es una juventud nueva. Y al hablar de una juventud nueva —por qué no— hablar de una Argentina nueva. ¿Por qué no? (aplausos) Acá lo importante es lo que dijeron los chicos [se refiere a Nicolás Marín y Lorena Chagas, ambos coordinadores nacionales de la Pastoral de Juventud] y el padre Bokalic: el encuentro con Cristo”.
Arancedo tuvo un comentario puntual para con monseñor Raúl Martín quien “preparó toda esta misa pero, estando aquí en Río, tuvo que retornar a Buenos Aires porque su mamá está muy grave. Le agradecemos todo lo que ha hecho”.


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Los obispos concelebrantes fueron:
Mons. Alberto Bochatey, obispo auxiliar de La Plata
Mons. Miguel Ángel D’Annibale, obispo de Río Gallegos
Mons. Adolfo Uriona, obispo de Añatuya
Mons. José Vicente Conejero, obispo de Formosa
Mons. Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú
Mons. Vicente Bokalic Iglic, obispo auxiliar de Buenos Aires
Mons. Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje
Mons. Hugo Barbaro, obispo de Roque Sáenz Peña
Mons. Pedro Laxague, obispo auxiliar de Bahía Blanca
Mons. Eduardo Taussig, obispo de San Rafael
Mons. Francisco Polti, obispo de Santiago del Estero
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales
Mons. Alfonso Delgado, arzobispo de San Juan
 
Obispos argentinos concelebrando la Santa Misa

1 comentario:

  1. CON INMENSA GRATITUD Y ALEGRÍA, COMPARTO LA ENTREGA Y LOS GESTOS DE UDS. ESTO ES UNA RENOVACIÓN DE LA FE, UN VOLVER A LAS FUENTES DE NUESTRA VIDA CON UN ESPÍRITU RENACIDO EN LA FUENTE DE CRISTO Y DE LA FE HEROICA DE MARÍA! EN ALIANZA CON ELLOS Y ENTRE NOSOTROS, CONSTRUYAMOS UNA PATRIA FAMILIA!!! Hermana M. Alejandra Aguilar. Schoenstatt.

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